miércoles, 25 de abril de 2007

UNA HABITACION PROPIA Y GRANDE por Iciar Bollain


He encontrado una gran diferencia Sofía Coppola y las que desde aquí intentamos hacer cine y es que ella piensa en grande. En muy grande. Lo hace seguramente sin darse cuenta de que lo hace, quizá porque su país lo es, la industria a la que pertenece también, porque tiene un padre grande y un apellido no menos enorme. Piensa en grande, lo que no significa necesariamente en profundo. El caso es que para su segunda película, intimista, delicada, sutil, y en momentos deliciosa, se marcha a rodar a Tokio.

Si en mi primera o segunda película, y cuando digo yo, puede ser cualquiera de mis colegas, hubiera pretendido que el decorado principal hubiera sido Tokio, las carcajadas de los productores se hubieran oído seguramente hasta el mismo Tokio. En España hay algunas directoras y directores que si han salido a rodar fuera: Isabel Coixet lo hace de hecho de manera habitual. María Ripoll rodó en Londres su primera película y Chus Gutierrez en Nueva York, Hay más ejemplos como Colomo, Trueba o Medem pero lo curioso es que seguramente para Sofía este tipo de cosas no son un “issue”, como diría ella, no son un tema, o un problema. La imagino escribiendo o pensando sus guiones con el mundo por delante: todo vale, cualquier lugar, cualquier circunstancia, cualquier época. Así, en su tercer trabajo, Sofía se planta en la época de Maria Antonieta. Una época, indudablemente, cara. Sofía se reclina en su silla levantando la vista de la novela de Antonia Fraser que inspira la película y deja volar su imaginación por el Versalles de entonces. Su mente, como lo hará más adelante la cámara, se recrea en los jardines, los salones, los carruajes, los vestidos del periodo más barroco de la historia francesa. Ni por un momento se asomarán a su mente alguna cifra de varios ceros. ... Una música se ha colado en esta recreación de la Francia del XVIII... Se trata de Siouxie and the Banshies. Sofía mira su aparato de música. Se le ocurre una idea fantástica: Además de con preciosos trajes, vestirá su historia con una banda sonora actual. Será una forma de acercarnos desde hoy a esta adolescente de ayer que fué Maria Antonieta. Es arriesgado. Puede ser una equivocación. Su padre se ha equivocado en varias ocasiones. Y siempre a lo grande. Sofía respira hondo y asume el reto. Maria Antonieta, cuando decide divertirse y ser ella misma, lo hará al ritmo de The Cure. Si sale mal, no será un poco mal, será estrepitoso. Y entonces si, se hablará de lo que ha costado, de los caprichos del guión... Se hablará a lo grande, también, del gran fracaso. Y así ocurre, la presenta nada menos que en el corazón del cine francés y europeo, en la sección oficial, reservada para unos pocos escogidos, del Festival Internacional de Cine de Cannes. El disgusto de la crítica francesa llega a todos los rincones.

Me dirán, el talento no lo hace el dinero. No, contesto. Desde luego. Pero también es cierto que es difícil desarrollar el talento si no se tienen los medios. Virginia Woolf hablaba en “Una habitación propia” de la necesidad de tener independencia económica para poder escribir. La reflexión que esta inglesa hacía en 1928 sobre lo que era necesario para que las mujeres de entonces desarrollaran el talento y la creatividad, sigue de alguna manera vigente para cualquiera. He leído una crítica que comparaba a Sofía Coppola con Jane Austen. Pero como relata Woolf, Jane Austen escribía en su casa, en la sala de estar común, ya que no tenía un despacho al que retirarse, y lo hacía no sólo expuesta a todas las interrupciones, sino a escondidas de criados, visitas o gente ajena al círculo familiar. Asi escribió “Orgullo y prejuicio”, escondiendo los manuscritos cada vez que oía chirriar el gozne de la puerta. Es indudable que Sofía tiene una habitación propia. Propia y grande. Y desde allí imagina el mundo, imagina que triunfa y que fracasa. Lo imagina todo, lo abarca todo. Y en esa habitación estamos todos, incluidos sus espectadores, de todos los puntos del planeta. Haga lo que haga Sofia Coppola, lo veremos en Tokio, en Mobutu y en Madrid. Somos parte de su habitación.

Pero aquí estamos nosotros, escribiendo en nuestras pequeñas, pequeñísimas habitaciones. Sabiendo que no tendremos dinero para escenas de masas ni de acción. Sabiendo, en definitiva, que nuestra única baza es el guión. Una historia sin fisuras, que funcione y avance como un reloj, tic, tac, que te atrape y te sobrecoja. Un guión cojonudo. Nada más. Y nada menos. Y en eso si nos parecemos los de aquí a Sofía Coppola. Para hacer buen cine hace falta una buena historia. Y escribirla sin que el tamaño de tu habitación te oprima. Sin dejar que la frustración o el miedo a lo que no se puede hacer te frene. Porque, de nuevo como decía Virginia Woolf, solo hay una forma de escribir, y es dejando todo eso de lado. Dejando que la frustración o la rabia, como les ha ocurrido a muchas mujeres en el pasado y con muy buenas razones, empañen el talento o la creatividad. Sentarse en una habitación propia, a ser posible grande y pensar. Pensar en grande. Y en profundo.

LOS LUGARES INEXISTENTES por Belen Santos


En los tiempos que corren se tiene demasiado en cuenta el paso del tiempo, se da demasiada importancia a la edad, se sobrevalora la juventud,… especialmente en las mujeres. Y el cine refleja eso mismo. Pero, “si el mayor consumidor de cine es un público joven, no les va a interesar historias de gente mayor, ¿no?”. En fin, ése es otro tema. El caso es que es cierta la escasa presencia de mujeres en los medios a partir de cumplir los cincuenta, y en el cine a penas existen, por lo que: ¿qué demonios harán las actrices a partir de esa edad, más que algunos cameos?

Si miramos fuera de nuestras fronteras algo parecido sucede. Pero de pronto nos encontramos con algunas gloriosas excepciones, como Judi Dench, Helen Mirren, o Meryl Streep, que a sus cincuenta y siete años, rodará en este año un total de cuatro películas, y ya tiene previstas cinco para el próximo. Claro, estamos hablando de Meryl y de una industria totalmente distinta. Pero insisto en que hay sito para ella en un mundo en el que también es difícil que lo haya. Y así hemos podido ver una de sus últimas interpretaciones en “El Último Show” dando vida a Yolanda, uno de esos personajes que es tan difícil encontrar en el cine contemporáneo: una mujer que busca lo bueno de la vida incluso en los peores momentos. Uno de esos entrañables personajes de la “América profunda”, sin que el calificativo sea aquí nada peyorativo, como aquella maravillosa Ashley de “Junebug” que nos regaló una hasta entonces desconocida Amy Adams.

Un viejo programa de radio, un viejo teatro en el que se realiza en directo con público, y una última actuación para todos, incluido el propio Altman. El sentimiento de pérdida está presente desde el principio, y esa pérdida se acrecienta en el caso de unos cantantes locales que existen por y para ese programa que se va a acabar para siempre. Así que Meryl canta. Vuelve a cantar como ya lo hizo en “Postales desde el filo”, como hizo este verano sobre un escenario neoyorkino interpretando a una inolvidable “Madre Coraje”, y como en breve volverá a hacer en otra película. Sorprendente que a parte de tener una gran voz y una muy amplia tesitura, sea capaz de modular al más puro estilo country como sólo los más grandes del género saben hacer. A parte de eso, esta Yolanda es mucho más gracias a su intérprete, que una vez más da otras muchas vueltas de tuerca a su personaje escrito.

Meryl se ha ganado el lugar que actualmente ocupa en el cine, pero ¿acaso es menos cierto que en España hay actrices que también merecen su lugar? Ojalá ese mismo paso del tiempo, tan importante para muchos, nos demuestre que esos lugares existen.