jueves, 7 de agosto de 2008

"REYITA", POR OLIVA ACOSTA Y ELENA ORTEGA

Notas de las directoras: Oliva Acosta

“Darle voz a Reyita es darse voz a sí misma, rescatando para sí la herencia de esa mujer imbatible en medio de la pobreza, que supo imponerse metas y alcanzarlas, sin abandonar ni sus sueños ni la solidaridad por los demás.”
Zaida Capote.

“Murió con una historia en los labios”. Esta frase me perseguía desde que empecé a interesarme por las vidas invisibles, aquellas que han vivido las mujeres, las protagonistas de la historia cotidiana. Desde muy pequeña, casi como si fuera sordomuda, escuchaba aquellas historias que podía leer en los labios de mis tías y de mis abuelas. Mi vida, de niña, transcurría en ese espacio, del comedor, al dormitorio, del lebrillo a la cocina. Allí, al calor de los fogones, hacíamos la tarea, jugábamos y hacíamos la vida. Esta escena se reproducía en cada una de las casas de mi geografía infantil, pero más especialmente en casa de mi abuela Oliva. Allí, junto a aquel puchero burbujeante con olor a hierbabuena, se cocían las historias. Así que, hace ahora dos años, en La Habana, cuando me senté por primera vez frente a Daisy Rubiera, la hija de Reyita, y con la poetisa Georgina Herrera, me sentí de nuevo en casa. Buscaba una historia para iniciar mi aventura como directora y allí me topé con la única posible. Una historia que muy pocas veces ha transcendido la intimidad de las paredes de las casas, una historia de mujeres. Reyita esperó al final de sus días para contar su vida, y eligió a su hija menor, Daisy, para acabarla relatando una historia. Georgina dice que hay que hablar menos y escuchar siempre a esas viejas de antes que velaban a los muertos en los velatorios, y allí, a pie de muerte, hablaban de la vida. “Reyita” es mi profundo homenaje a nuestras abuelas, tías y madres, a esas mujeres sabias, tantas veces invisibles, que son las que en realidad conocen y transmiten el justo punto de cocción que necesita la Historia.


Notas de las directoras: Elena Ortega.

Oliva volvió de un viaje a Cuba con el libro “Reyita, sencillamente”. Era el punto de partida para una realizar un documental que me propuso codirigir. Abrí sus páginas y encontré la vida de una “mujer común y corriente”, quizás demasiado para que pudiera interesarme en una primera lectura. Entre Reyita y yo, existía una brecha de dos generaciones: ¿cómo podía identificarme con una mujer que representaba el modelo del que todas queremos huir, el de una madre con sus silencios y renuncias? Tras varias lecturas, pude ver la otra cara del personaje: la de una mujer que supo rebelarse en una época en que se exigía la sujeción al deseo del otro. No siempre ganó, pero eso también hacia más atractivo el personaje. Con el libro escribimos un guión que, sin embargo, tuvimos que hacer trizas tras nuestro viaje de localización. Nos sorprendió constatar cómo los hijos de Reyita, ya mayores, apenas sabían de la vida de su madre hasta que se publicó el libro. Volvimos con un cúmulo de olvidos, contradicciones, algunos recuerdos vividos y otros leídos. Así, decidimos articular el documental como un relato coral, reunir la memoria oral de una familia para construir una biografía con estas pequeñas grietas. En una familia que apenas conservaba fotos, la palabra era la forma de perpetuar sus recuerdos y anécdotas. Más adelante pudimos rescatar material grabado en el que aparecía Reyita y, quizás sea ella a sus 95 años, la que brilla con más fuerza en el conjunto: quien recoge la esencia de lo que queríamos contar. Reyita nos hizo mirar a nuestras madres y abuelas con nuevos ojos y quisimos, de alguna forma, que ella apelara al conocimiento de quienes tenemos más cerca.

(Elena Ortega y Oliva Acosta, directoras de "Reyita")

Más información en: www.reyitaeldocumental.com