jueves, 28 de junio de 2007

SUEÑOS DE UNA DIRECTORA

¿Con que sueñan las mujeres directoras de cine? Voy a contaros tres historias nocturnas que he soñado desde que empecé en esta tan apasionante como complicada profesión.

LA CARNICERA (Sueño de cortometrajista). Ahí estoy yo, el pelo recogido en un moño, el delantal impoluto, bien plantada ante un cochinillo que debo trocear. No es un sueño sangriento. No me salpico. Lo hago muy bien. Pero… el o la cliente pide que vuelva a “montar” el animal. Se lo quiere llevar troceado pero con aspecto de cochinillo ¡Horror! El animal se conviert e en un rompecabezas . Las manos llenas de grasa me sudan.La sangre me salta a la cara. No sé hacerlo. Y ante el próximo cliente tiemblo. Tengo que aprender a trocear de forma que pueda luego armarlo otra vez. ¿Seré capaz?

LOS INDIOS. (Soñado durante el segundo largometraje) Llevo una gorra en la cabeza, un pantalón muy masculino, fumo. Hace muchísmo calor y estoy en el desierto. Alguien me agarra del brazo enérgicamente y me señala el horizonte: miles de indios, vienen hacia mi. Son los extras y yo tengo que marcar el plano. Lo malo es que no sé que película estoy rodando, no tengo guión ni recuerdo haber escrito jamás una historia de indios. Temblando veo cómo se acercan .

EL POLO NORTE. (Rodaje de “Miguel y William”) Soy feliz, estoy de vacaciones en Mallorca y decido dar un paseo. Tras atravesar varias fincas sembradas con lechugas ¡oh maravilla! llego al Polo Norte. Una fabulosa extensión helada, un espacio místico que embriaga. Regreso a la finca mallorquina y lo cuento. ¡El polo norte está aquí al lado, es precioso! Inmediatamente todo el mundo quiere venir y organizamos la salida. Pero el hielo resulta estar más lejos de lo que pensaba y sopla un viento tan frío que congela a los pobres excursionistas que van en bañador. Consigo regresar pero ya hay más gente esperando. Las excursiones se repiten pero son cada vez más peligrosas: kilómetros y kilómetros caminando bajo tormentas de nieve. Me siento responsable de mis excursionistas y no sé como detener este afán terrible de viajar al polo norte mallorquín.

Fui carnicera en los noventa, los indios me atacaron hacia el 2003 y las excursiones al hielo son del año pasado. La transición de un sueño a otro expresa, creo, los temores que he sufrido en el proceso de aprendizaje de este oficio. Primero el dominio de la técnica, después un temor más profundo ¿me merezco este trabajo? ¿de verdad tengo algo que contar? Y al final la pesadilla más terrible: saber la responsabilidad que asumes embarcando a tanta gente en la persecución de una obsesión personal, esa gran ballena blanca que es hacer una buena película .

Pero a pesar de las pesadillas el polo norte de las directoras existe. Os animo a que lo soñéis.