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La película que yo he visto es una historia sobre el paso del tiempo, la historia del “animal moribundo”, la del profesor David Kepesh, intelectual y egocéntrico, ante el que pasan las últimas oportunidades de la vida. He visto la historia de este hombre incapaz de comprometerse más que consigo mismo y su manera de vivir. En ella Penélope (con el difícil nombre de Consuela) es una pieza más de las que giran alrededor del profesor, tan importante como las demás, todas ellas personajes geniales, encarnados por actores de enorme talento y presencia. Patricia Clarkson , maravillosa en su mujer urbana y adicta al trabajo que intenta por todos los medios seguir manteniendo su vida tal y como era, intentando ignorar el paso del tiempo que se cuela silencioso en su piel y en sus afectos. Dennis Hooper, genial como poeta, amigo y confidente que intenta parar el paso del tiempo en brazos de amantes fugaces. El hijo del profesor al que el tiempo enfrenta a los mismo conflictos por los que ha estigmatizado y repudiado durante toda su vida a su padre. Por último Consuela esa niña cubana pija, bella e insustancial, que esconde el más preciado de los tesoros; el del compromiso y la entrega, el de la compañera fiel que el profesor nunca ha tenido, esa niña que cobra profundidad en el desarrollo de la película y crece ante la adversidad, esa última oportunidad que el profesor ha perdido temiendo y anticipando un futuro que nunca hubiera llegado, porque la vida se encargó de cambiar el guión.
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He visto una película mucho más seria (en el mejor sentido de la palabra) y mucho más profunda de lo que los vendedores de la película quisieron hacerme creer. Una película que crece y cobra alas a medida que avanza, una película que como me decía el otro día una amiga, con sorpresa, es “para mayores”. De las que ya tan pocas hay.
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