lunes, 21 de julio de 2008

"MI MIRADA", por Inés París

Son sobre todo los chicos quienes han filmado a las chicas y ha sido fatal para esta historia, y para el hecho mismo de que se quieran contar historias
(Jean-Luc Godard en “Diálogo entre Jean Luc Godard y Serge Daney” a propósito de Histories du Cinema)

Me llamo… no creo que eso importe. Nací en España en los años sesenta en una familia de la burguesía. Soy escritora y cineasta. Esto quiere decir que me gusta “relatar”, organizar las palabras, las imágenes, los sonidos… contar historias.

Mis relatos son únicos igual que lo soy yo y lo es todo ser humano. Nadie ha vivido exactamente lo que yo he vivido, o no lo ha sentido de la misma manera, no lo ha soñado igual, ni sufrido; igual que nadie tiene mis ojos, aunque haya miles de personas que también los tienen ovalados y castaños.

Entre las cosas que son únicas en mí hay, sin embargo, un poso común de determinantes que comparto con otros: la edad (nacer en la España del franquismo, hija de unos padres vivir la transición española, la movida, tener ahora más de cuarenta años) el origen social (unos padres intelectuales de izquierdas, “progres” y burgueses, pasar de un colegio católico a un instituto donde las drogas eran la optativa favorita de los estudiantes)

Y ser mujer.

¿Hasta qué punto esto determina mi mirada sobre la realidad, mi “relato”, mi construcción de un universo propio? Yo creo que muchísimo. He vivido en un mundo donde se educaba a las niñas para jugar con Nancys (las Barbies de mi infancia), donde se nos vestía de rosa cuando éramos bebés, leíamos revistas “femeninas”, nos identificábamos con “personajes femeninos” como las jovencitas de “Mujercitas” “Pollyana” (que contaba hasta diez antes de enfadarse) o Catwoman. Todo esto podía gustarte o fastidiarte profundamente, podías envidiar los madelman de tus hermanos o preferir a Batman como modelo, descubrías con el tiempo a mujeres como Patty Smith y o te rapabas el pelo al cero como Sinéad O´connor pero siempre desde una posición donde factores como tener la regla y saber que un día tendrías que decidir si tenías hijos o no, te marcaban la existencia.

Con el tiempo he descubierto que el hecho de ser mujer me ha marcado cada vez más, incluso en el hecho de tener que decidir comportarme y elegir una vida notablemente distinta de lo que los roles más tradicionales mandaban.

Con lo años tuve que decidir si tenía o no hijos y cuándo: esto supuso años de usar anticonceptivos y sufrir el hecho de que el aborto fuese un delito. Cuando me quedé embarazada supe lo que era alojar en tu cuerpo otra vida, lo que era dar a luz, amamantar y cuidar de un nuevo ser humano.

He tenido que negociar con mis parejas mi espacio de libertad, me he peleado porque la mayoría de los hombres no se ocupaban como yo de limpiar, de cuidar de los hijos y de hacer la compra. He tenido que robar horas al sueño para trabajar y ser madre, he pagado para que cuidasen de mi hija, he pedido a mis amigas que me viniesen a echar una mano, he rodado con la angustia de saber que mi hija tenía fiebre y yo no podía estar con ella.

He visto mi cuerpo transformarse. He tenido amigos, marido y amantes. Con todos ellos he tenido que descubrir y negociar qué era el amor, qué puesto ocupaba en mi vida, qué necesitaba o deseaba de ellos. He tenido que aprender a decir no a relaciones que me impedían ser yo misma. He pagado con soledad muchas de estas decisiones.

He tenido que mantener mis ideas y decisiones en un mundo profesional de hombres. Me han reprochado ser demasiado “femenina”, poco autoritaria, coqueta o débil. También de han acusado de “manipuladora” “histérica” o “sibilina”
Me he sentido distinta a ellos y unas veces admirada por eso mismo y otras tratada con paternalismo.

He visto como las serie y películas españolas no contaban nunca lo que a mi ni a mis amigas nos pasaba. O lo hacían incluyendo mensajes que eran llamamientos a la resignación, o que utilizaban lugares comunes donde las mujeres éramos seres “fragiles” “tristes” “incomprensibles” “misteriosos” pero casi siempre presentados en la dicotomía ángeles o putas

Pero las mujeres que yo conozco (empezando por mi misma) somos complejas, inclasificables y únicas. Mucho más valientes de lo que nos cuentan, con más capacidad para el cabreo, la venganza y la rabia de lo que nos han dicho, también para la alegría y el humor incluso en la situaciones más trágicas. Y hay algo que todas tenemos en común: nos cuesta muchísimo ser las autoras de este relato. Nos cuesta construir nuestra identidad propia y nos cuesta aún más hacerla pública, ponerla en imágenes, contársela a los demás.

Por eso hago cine y por eso estoy en CIMA, para que yo y todas contemos de primera mano esa cosa tan normal y tan extraordinaria que es SER MUJER y pertenecer a ese colectivo porque como dijo Clarice Lispector:

La vida me ha hecho de vez en cuando pertenecer, como si lo hiciese para darme la medida de lo que pierdo cuando no pertenezco. Y entonces lo supe: pertenecer es vivir. Lo sentí con la sed de quien está en el desierto y bebe con ansia los últimos tragos de una cantimplora. Y después la sed vuelve y camina realmente por el desierto
(“Aprendiendo a vivir y otras crónicas”)

Inés París
Presidenta de CIMA

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece muy valiente por tu parte hablar tan claramente y con honestidad de lo que conlleva ser mujer en todos los ambitos y sobre todo cuando eres una mujer creativa. Comparto contigo muchas de los temas de los que hablas y tenido experiencias parecidas. Me ha hemocionado leerlo porque muchas verces he sentido lo mismo pero he sido incapaz de ponerlo por escrito y exponerme a la mirada de l@s demás. Leerlo como tu lo has escrito desde el corazón, desde las entrañas me ha dado fuerza para hacer este comentario, para darte las gracias por poner en voz alto lo que yo siento y he luchado para conseguir el respeto por mi y mi trabajo.
Hay algo comun que es "La dignidad de ser mujer y de ser cineasta"

Marta Serrano dijo...

De todas las cosas que comentas, compartimos pocas, empezando porque cuando yo nací la democracia ya estaba en marcha, los 20 años que nos llevamos suponen muchas diferencias, pero al igual que tú, también soy mujer, y también cuento historias. Es una pena que todavía hoy, no seamos capaces de presentar a la mujer, en el 95% de los casos, con roles diferentes al de puta o ama de casa o puta ama de casa. Lo bueno es que ya hemos empezado. Lo bueno es que cada vez somos más las que nos dedicamos a esto (en mi caso más bien es el objetivo, todavia no he llegado a meta) y aportamos nuestro punto de vista, además los hombres están aprendiendo a entendernos un poco.
Me alegro mucho de haber encontrado a CIMA, espero poder hacer algo para colaborar.

Anónimo dijo...

Gracias Inés.
Yo no he tenido una familia burguesa intelectual de izquierdas, ni he nacido en los 60, y a mi me gustaba la Nancy pelirroja, y me sigue gustando, pero eso no quita que sienta y comprenda y comparta lo que dices y expresas con esa fuerza inteligente que a medida que te voy conociendo más, descubro con admiración.
No dejes de recordarnos, tu , que ya lo tienes y vives claro, todo esto que cuentas.
beso y abrazo valiente

Anónimo dijo...

Cuando era una 'peque', tuve a Inés y a sus dos hermanos como alumnos, que siempre se formaron bajo la atenta mirada de su padre (Carlos) y madre (Emilia). De los cinco guardo un entrañable recuerdo.